La Gran Guerra en Siria que no termina de empezar

Todo es un gran juego de mentiras, en que todas las partes tratan de ganar tiempo para quedarse con el gran premio de Idlib: sus rutas.

Una vez más, el diablo ha decidido aplazar la Tercera Guerra Mundial por unos día.

En realidad, los que siguen ganando tiempo son los responsables de Rusia y Turquía, ninguno de los cuales quiere la guerra entre ellos, pero al mismo tiempo están bajo una serie de condicionamientos que les impiden reaccionar con libertad y desescalar una situación que en cualquier momento puede sufrir el estallido final.

La última de estas situaciones ocurrió el jueves 27 de febrero, en Balyun, una ciudad que se encuentra al este de Al Barah, casi en el centro de la zona que debería convertirse en el próximo campo de batalla. Esta última ciudad ya había ocupado titulares informativos el 23 de febrero, cuando supuestamente fue atacado por un convoy militar turco que llevaba pertrechos a los “rebeldes” que se preparaban contra una ofensiva del gobierno sirio más al sur. En realidad, el convoy no recibió impactos directos, pero sí estuvo bastante cerca de las bombas lanzadas por la aviación rusa para entender el mensaje y volver a su base.

Toda la zona verde al sur de la Ruta M4 (que cruza horizontalmente este mapa) será probablemente el próximo campo de batalla entre las fuerzas del gobierno de Siria (sector rojo) y los distintos grupos que apoya Turquía (sector verde).

Sin embargo, el jueves 27 volvieron a intentarlo. Cientos de hombres de la 65° Brigada de Infantería Mecanizada de Turquía, en decenas de vehículos blindados, acompañaban camiones cargados de abastecimientos y de equipo militar destinados a los combatientes en el sur de la provincia de Idlib. Era imposible que avanzaran sin ser detectados, pero por algún motivo decidieron mantener silencio sobre su operación y no avisaron al centro de coordinación con Rusia. Esto es importante, porque normalmente los grupos militares turcos se mueven sin ser molestados gracias a esa coordinación con los rusos, que así impiden acciones militares en su contra de parte de los sirios.

Esta vez no lo hicieron, según Moscú informó oficialmente hoy, y la decisión del alto mando turco resultaría fatal. Aviones sirios lanzaron un primer ataque, que causó daños menores a los blindados y destruyó algunos camiones de carga. El convoy se detuvo, pero esta vez no se devolvió. Los aviones sirios, ahora acompañados por aviones rusos, comenzaron a atacar con mayor fuerza. En vista del peligro para los hombres, abandonaron los blindados y se refugiaron en edificios cercanos. Fue otro error fatal, porque las bombas de la aviación derrumbaron dos construcciones y decenas o cientos de soldados murieron o quedaron atrapados entre los escombros. Recién entonces los militares turcos se contactaron con sus enlaces rusos, para pedir autorización para que sus helicópteros entraran a territorio sirio a retirar muertos y heridos. Pocos días antes, el gobierno sirio había decidido aplicar una prohibición total a los vuelos extranjeros sobre Idlib, así que la solicitud fue rechazada y las bajas fueron retiradas en los blindados que se habían salvado e incluso en camionetas, hasta una base a la que llegaron ambulancias turcas que trasladaron a los heridos hacia un hospital en Hatay, Turquía. El balance oficial entregado por el gobierno turco fue de 33 muertos y 37 heridos, aunque se estima que podría haber algunas decenas más de víctimas que no fueron incluidas.

Fueron autoridades civiles turcas las primeras en dar la alarma sobre lo ocurrido. A medida que aumentaba el número de muertes reconocidas, el gobierno turco cerraba las redes sociales para impedir que se expandieran las imágenes e informaciones. La narrativa pasaba a ser manejada por los medios masivos que controla el gobierno, según los cuales Turquía está en Idlib para defender su seguridad nacional y apoyar a la oposición democrática siria (lejos de los reales motivos más vinculados al poder).

Civiles enterados de la tragedia de los soldados turcos el jueves 27 de febrero se apostan en el hospital de Reyhanlı, en la provincia de Hatay, limítrofe con Siria

Aviones de combate despegaron, pero no ingresaron al espacio aéreo sirio; las fuerzas uniformadas fueron puestas en estado de alerta; se declaró la ley marcial y se convocó a una reunión de la OTAN, la coalición militar de la que forma parte Turquía y en la cual es la segunda potencia militar, solo inferior a Estados Unidos. El presidente Recep Erdogan y sus ministros de Exteriores y Defensa iniciaron una ronda de conversaciones con distintos líderes en busca de apoyo político y militar. Las declaraciones más destempladas aseguraban que Siria (no Rusia) había cometido un acto de guerra y que la declaración formal de guerra la haría Ankara al día siguiente, el viernes 28 de febrero, en una reunión a puertas cerradas del Parlamento.

Por su parte, Rusia envió dos fragatas misileras hacia la costa siria, al sur de Turquía, a las cuales sumó hoy naves de desembarco, todo lo cual constituye una fuerza ofensiva, no defensiva. Al llegar la madrugada y acallarse los rumores, se esperaban con angustia las novedades que traería el viernes, ya que todo indicaba que Turquía finalmente lanzaría la guerra total que su presidente lleva semanas anunciando. Aunque fuera dirigida contra Siria, es seguro que Rusia acudiría una vez más en su defensa y por lo tanto estaríamos ante un enfrentamiento entre dos potencias militares, al cual podrían sumarse luego otros países.

TIEMPO DE ESPERA

Pero el nuevo día no trajo el apocalipsis.

La OTAN se limitó a declaraciones de solidaridad con Turquía y llamados a desescalar el conflicto. Era esperable, ya que previamente había advertido que Turquía no recibiría apoyo militar debido a que inició unilateralmente su invasión de Siria, sin haber sido atacada antes. Estados Unidos tampoco respondió positivamente y solo repitió su retórica contra Siria, Rusia e Irán, haciendo alguna mención a los S-400 que Turquía compró el año pasado a Rusia. Ankara está pagando ahora justamente por haberse acercado a Moscú, un socio comercial estratégico, y por meses de desaires a sus aliados occidentales.

En un intento por presionar a Europa, el gobierno turco anunció la apertura de fronteras, para permitir que cientos de miles de refugiados de la guerra siria pudieran cruzar hacia el resto del continente. Así, Erdogan cumplía una de sus tantas amenazas contra sus supuestos aliados. Su objetivo es obligarlos a reaccionar y apoyar su aventura militar, como forma de conseguir que cierre nuevamente las fronteras e impida la llegada de una masa humana empobrecida a los países vecinos y más allá. Hasta el momento, esa jugada tampoco ha dado resultado. De hecho, a pesar de las fotos que hicieron circular medios turcos, periodistas que se trasladaron a la frontera entre Turquía y Grecia no encontraron a ningún refugiado ni las masas supuestamente huyendo de la guerra.

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Otro desarrollo internacional fue más positivo. Tras una conversación telefónica entre Erdogan y su par ruso, Vladimir Putin, se anunció que es posible una reunión entre ambos “en el futuro cercano”. Tal vez los mandatarios de Alemania y Francia se unan a ellos. Solo dos días antes, Putin había anunciado que no acudiría a una reunión organizada por Ankara para el día 5 de marzo y que ya había sido descartada por los otros pares. El significado de que se restaure esa cumbre es que al menos hasta entonces hay tiempo para que las cosas se calmen y que hoy no empezará la Tercera Guerra Mundial.

EL ENOJO DE RUSIA

Sin embargo, Rusia no ha atenuado su línea dura frente a Turquía, que se hizo más evidente después de que uno de sus aviones en Siria fue atacado el miércoles con misiles antiaéreos por parte de los militares turcos. Ataques similares se han repetido en las últimas semanas, lo que se tradujo en la destrucción de dos helicópteros sirios. A diferencia de lo ocurrido antes, en esta oportunidad las evidencias eran claras en cuanto a la autoría: no fueron yihadistas radicales ni mercenarios que luchan para Turquía sino sus propios soldados apostados en territorio sirio.

Hoy, cuando aún se temía el estallido de la guerra total, el ministerio ruso de Exteriores no hacía nada por disminuir la presión. En una declaración pública, acusó a los turcos de no haber avisado previamente sobre su convoy y de que sus fuerzas habitualmente se mezclan con los combatientes que llama “terroristas”, como en esta oportunidad, en que supuestamente los rebeldes que se dirigían al frente de batalla estaban en el mismo convoy atacado.

Todo eso es cierto. De hecho, Turquía ha entregado a los combatientes armas y uniformes que los asemejan totalmente a los propios soldados turcos. En el campo de batalla es muy difícil distinguir a unos de otros, lo que explica las numerosas muertes que han tenido los turcos hasta ahora.

Este aspecto es el único que permite hablar de una guerra “real”. Todo lo demás parece un simulacro, donde los distintos actores dicen cosas que no hacen y hacen cosas que no admiten.

Por ejemplo, Siria amenaza con echar a los invasores turcos y acabar con todos los “terroristas” de Idlib, pero en la práctica no ha afectado prácticamente ningún interés estratégico turco, reconquistando solo áreas permitidas. En la provincia de Alepo, sus tropas aniquilaron la defensa rebelde y recuperaron rápidamente una serie de pueblos y ciudades, para detenerse antes de capturar Dar Taizzah y Al Atarib, lo que hubiera significado bloquear las líneas de suministros de los propios turcos y de los “terroristas”. No fue temor o cautela ante las defensas de esas ciudades; los yihadistas ya habían abandonado Dar Taizzah en su desesperada huida.

En Saraqib, que acaba de ser recuperada por los rebeldes gracias a un devastador bombardeo de precisión hecho desde puestos turcos, ningún ataque se ha lanzado contra esa artillería. Solo un bombardeo aéreo ruso mató a cinco soldados la semana pasada, oportunidad en que Turquía también culpó a Siria, aunque Rusia admitió indirectamente su responsabilidad al difundir un video del ataque.

Hablando de puestos turcos, hay una decena rodeados totalmente por fuerzas sirias, pero no se ha hecho un solo disparo contra ellos, aunque desde varios se está disparando diariamente la artillería contra posiciones sirias. No están sitiados en realidad, ya que les llegan habitualmente suministros (incluyendo nuevos obuses de artillería para que sigan disparando) gracias a convoyes turcos con escolta rusa (!).

Policía militar rusa (atrás se ve uno de sus blindados) escoltando a camiones turcos por la Ruta M5, en camino a abastecer un “puesto de observación” turco.

MENTIRAS Y MÁS MENTIRAS

Por supuesto, detrás de la “paciencia” siria está el control ruso. Es casi imposible un “error” o hecho intencional que cause muertes turcas. Moscú también finge en este simulacro. Declaraciones grandilocuentes contra los cómplices de los terroristas, pero casi ninguna medida real en su contra y en cambio muchas a favor. No habría un solo soldado turco en territorio sirio si no fuera por los “acuerdos” entre los gobiernos de Rusia y Turquía, acuerdos en que no incluyen a los propios sirios y que de hecho Ankara nunca cumple.

Incluso ahora, la oferta rusa para poner fin al conflicto consiste en cederle territorio sirio a Turquía, pero Erdogan quiere mucho más. No territorio, sino condiciones similares a control soberano de ese territorio. Y todos parecen de acuerdo en cuál será ese territorio: Idlib al norte de la Ruta M5 y al oeste de la M4, más parte de Alepo para mantener la comunicación con la zona del noroeste sirio que ya controla y gobierna soberanamente (sin reconocimiento internacional). En este momento, la M5 está casi toda bajo control del gobierno sirio y la M4 bajo control turco-rebelde.

La diferencia entre los dos bandos es una sola: Erdogan quiere mantener el control sobre ambas rutas, que equivaldría a mantener una bota sobre el cuello de Siria. Sin la facilidad para el movimiento comercial y militar por allí, Siria jamás llegará a ser un estado viable y dependerá de la bondad del sultán de turno en Ankara. Siria, con el apoyo de Rusia, quiere tener una franja a ambos lados de esas rutas para asegurarse de que no sean fácilmente cortadas en el futuro. Y si bien Rusia no tiene problemas en entregar territorio sirio (aunque públicamente defienda su integridad), es razonable creer que de parte de Siria solo se trata de una decisión estratégica, a la espera de tener las fuerzas militares, políticas y económicas para recuperar realmente todas las zonas arrebatadas.

Siria miente y hace la vista gorda para ganar todo lo posible y confiar en que un golpe de suerte en muchos años más le permita recuperar el territorio perdido. Turquía miente y hace la vista gorda para ganar el gran premio de Idlib, rutas incluidas, sin llegar a una guerra que signifique masivas muertes de ciudadanos turcos. Y Rusia miente para mantener un esqueleto al que puedan llamar Siria y que le siga sirviendo como punto de influencia en Asia occidental.

Las mentiras son necesarias para evitar la guerra total, aunque Turquía amenace con lanzarla y Rusia amenace con enfrentarla. Para ambos sería un desastre económico y para el régimen turco probablemente un desastre militar y político, que significaría en el corto plazo el fin del sueño imperialista de Erdogan.

Avances del gobierno sirio y recuperaciones de opositores y yihadistas desde el 23 de febrero. Al ejército sirio se le permitiría avanzar al sur de la Ruta M4, pero ambos bandos realmente se disputan su control y el de Saraqib (“portal” de la M5), no el resto del mapa.

Con este contexto, relatemos nuevamente lo ocurrido ayer en Balyun: violando los acuerdos existentes, y cuyo cumplimiento no vacila en exigir a Rusia, Turquía trató de contrabandear armamento, víveres y combatientes hacia un frente de batallas. El intento fue descubierto y, para confirmar que habla en serio acerca de impedirlo, Rusia decidió destruir la columna de aprovisionamiento y bombardeó el refugio de las tropas (el nivel de destrucción es imposible para los aviones sirios y fue seguramente ejecutado por dos Su-34 rusos). Inmediatamente después, Turquía culpó a Siria, sabiendo la verdad; Siria mantuvo silencio, en un posible intento de mantener dudas para llevarse la gloria inmerecida; y Rusia descartó su evidente participación, culpando así a Siria.

¿Por qué? Simplemente porque así todos ganan tiempo. El parlamento turco no declaró la guerra y Erdogan logró convencer a Putin de mencionar la “posibilidad” de una reunión cerca del 5 de marzo, lo que en la práctica permite seguir así hasta esa fecha. Son unos días más para encontrar la solución lógica y que todo el mundo quiere y sabe que van a conseguir: un acuerdo político para un nuevo cese al fuego, que quizás sea definitivo para esa zona, ya que todos los actores conseguirían lo que quieren en el corto plazo y están demasiado agotados para continuar luchando.

El único gran problema para alcanzar ese acuerdo en este mismo instante es saber quién se queda con las rutas M4 y M5. Cada minuto en que se retrase esa salida lógica, les da a ambos bandos tiempo para ganar un poco más de territorio y llegar a ese resultado. En tanto, los combatientes se siguen masacrando, millones de civiles viven lejos de su hogar y un país entero está sumergido en la pobreza.