Un importante cambio de fuerzas se está viviendo en la provincia de Idlib, en el norte de Siria y bastión de grupos rebeldes e islamistas desde 2012, donde una vez más es Turquía quien está imponiendo sus intereses.
En la maraña de luchas fratricidas que plagan Siria actualmente, una que ha captado la atención se está desarrollando en Idlib y zonas cercanas, donde vemos un realineamiento de fuerzas y un probable renacimiento del “verdadero” Al Qaeda.
¿Acaso no existe ya Al Qaeda en esa zona del noroeste sirio? Sí y no. Hay una alianza de grupos islamistas que se llama Hayat Tahrir al-Sham (HTS, “Organización para la Liberación del Levante”) y que continúa la línea de Al Qaeda, pero ella misma reniega de esa herencia.
Sin entrar en detalles, Al Qaeda y el grupo actualmente conocido como Estado Islámico (EI o, según su antigua sigla en inglés, ISIS) eran prácticamente lo mismo para 2012, en su origen en Siria, pero diferencias doctrinales y metodológicas los separaron hace varios años. A fines de 2013, esas diferencias fueron zanjadas cuando el líder mundial de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, “expulsó” al liderazgo de ISIS y reconoció como su representante en el Levante al grupo que entonces se hacía llamar Jabhat al-Nusra (“Frente para la Victoria” o “Frente Al Nusra”).
No fue una separación pacífica, sino una guerra mortal entre ambos grupos yihadistas, que se desarrolló entre 2014 y 2015. Al Nusra terminó imponiéndose solamente en la provincia de Idlib y algunos sectores de Alepo y Hama, desde donde expulsó a su rival, que siguió dominando gran parte del resto de Siria.
Para derrotar a Estado Islámico, Al Nusra actuó en conjunto con otras fuerzas que se oponían a esos extremistas, la mayoría de ellas afiliadas al Ejército Sirio Libre (ESL), que contaba con el apoyo de gobiernos occidentales, de Turquía y de los países del Golfo Pérsico. La mayoría de estos aliados ocasionales son también islamistas (quieren un gobierno religioso en Siria), pero no tan extremistas como Al Qaeda o ISIS. Otros son republicanos o tienen intereses tribales o sectarios. Con los más afines incluso tuvo una coordinación cercana desde marzo de 2015 en una alianza llamada Jaish al-Fatah (JaF, el “Ejército de Conquista”).
Lo importante es que, una vez eliminada la amenaza de ISIS en Idlib y las áreas cercanas, Al Nusra comenzó a tener problemas con estos grupos y nuevamente se produjeron enfrentamientos armados, especialmente con el poderoso Ahrar al-Sham (“Movimiento Islámico de los Hombres Libres del Levante”), que era uno de sus socios en JaF. Los grupos menores se veían forzados a apoyar a uno u otro de los “grandes”.
La crisis se resolvió con un truco: en julio de 2016, Al Nusra desapareció y se unió a grupos menores para formar Jabhat Fatah al-Sham (JFS, el “Frente para la Conquista del Levante”). El líder del nuevo grupo era el mismo dirigente histórico de Al Qaeda en Siria, Abu Mohammad al Julani, pero declaró que la organización no tenía “afiliación a ninguna entidad externa”. La frase fue pensada intencionalmente para hacer creer que JFS ya no dependía del mando internacional de Al Qaeda y así atraer a grupos más moderados, apoyo internacional (especialmente de Turquía) y financiamiento de Catar. Aunque eso se consiguió parcialmente y se suspendieron las tensiones en Idlib, la maniobra tuvo otros resultados no deseados: confundió y enojó a sus tradicionales seguidores, fieles a Al Qaeda, aunque internamente se les aclaró que el lazo no se rompía “todavía” y que todo contaba con la bendición de Ayman al Zawahiri, quien en realidad tampoco estaba de acuerdo.
Los efectos positivos duraron apenas meses y nuevamente hubo duros choques con Ahrar al Sham y otros grupos opositores al gobierno sirio. La reestructuración nuevamente llevó a un nuevo cambio de nombre: en enero de 2017, lo que quedaba de JFS se unió a otras cuatro facciones y se convirtió en Hayat Tahrir al-Sham (HTS), como aún se llama. Esta vez sí rompió abiertamente con Al Qaeda, mientras mantenía el diálogo con el propio Zawahiri, que a fines de 2017 también dio por terminada la relación.
Ya desde la formación de JFS, el grupo de Al Julani estaba en un proceso que se acentuó cuando pasó a ser HTS: tratar de ser la mayor fuerza política y militar de Idlib y las zonas cercanas en control de los opositores al gobierno sirio. Para ello absorbió o destruyó a grupos menores (tomando sus armas y redes de financiamiento) y debilitó a todos los demás, matando o deteniendo a sus líderes, o seduciéndolos en caso de ser muy poderosos, como seguía siendo el caso de Ahrar al Sham.
Y en efecto, al comenzar 2018, HTS era considerado el “dueño” de Idlib, con su influencia extendiéndose por todo el territorio opositor en el noroeste sirio.

Suma de enemigos
¿Qué cambió, entonces? ¿Cómo llegamos al día de hoy, en que algunos creen que HTS está a punto de desaparecer de Idlib?
Primero, resumamos toda la historia anterior en un párrafo que se lee como una suma de errores: enfureció y eliminó de Idlib a ISIS –los islamistas más poderosos del país–, molestó y confundió a sus propios seguidores cercanos a Al Qaeda, exasperó al mando internacional de Al Qaeda, se enemistó y combatió una y otra vez con los otros grupos poderosos de Idlib (Ahrar al Sham y algunos como el Movimiento Nur al-Din al-Zenki), enojó y convirtió en sus marionetas a todos los demás grupos de Idlib (cuando no los destruyó) y, en general, su estricto control religioso terminó por indignar a los civiles de todas las zonas ocupadas.
Es decir, la historia de HTS es una suma de errores que alejó a la organización de sus propios orígenes e ideales, enemistándose con casi todo el mundo. Hay que incluir, por supuesto, al gobierno sirio, a Rusia, Irán, Líbano, Hezbolá y varias milicias chiitas, que son sus enemigos declarados desde el comienzo, más todos los países occidentales que aún le vinculan con la red terrorista Al Qaeda.
¿Y qué consiguió a cambio? Por supuesto, el poder de que disfruta en Idlib, pero no mucho más. Con su nuevo nombre, ya no aparece en las listas de organizaciones terroristas, pero está lejos de tener respaldo internacional. Desde que inició su lucha contra ISIS, las fuentes de financiamiento y armas se le secaron y eso contribuyó en gran parte a su deseo de absorber otros grupos. Durante un par de años obtuvo apoyo de Turquía, Arabia Saudita y Catar, pero a través del desaparecido “Ejército de Conquista”. En cuanto a Turquía, HTS también tuvo éxito en convertirse en su interlocutor, pero es el único lazo internacional que consiguió y no es uno que tenga proyección.
Porque aquí entran a jugar los cambios recientes del panorama sirio, empezando por las “zonas de desescalada” que ideó Rusia y que se comenzaron a implementar en 2017 con el apoyo de ese país, Turquía e Irán. Una de dichas zonas se designó para Idlib y quedó en manos de Turquía, que debía establecer “puntos de observación” para resguardar el precario alto el fuego. En reconocimiento a su importancia en esa provincia, el gobierno de Ankara abrió el diálogo y se puso de acuerdo con HTS para ingresar pacíficamente y establecer esos puntos. Nuevo error de Al Julani, pues ni amigos ni enemigos entendían que HTS estuviera “protegiendo” a tropas de un país extranjero. Además, ¡perteneciente a la OTAN!
En realidad, había varios motivos: por fin se validaba como interlocutor ante un país extranjero, hacía gala de su control militar y administrativo de Idlib, y se beneficiaba del alto el fuego sin adherir directamente al acuerdo. Es probable que también soñara con obtener nuevo armamento de Turquía. Sin embargo, para su aventura en Afrín, la zona de mayoría kurda que está justo al norte de Idlib, el gobierno de Ankara envió armamento pesado a sus propios aliados del Ejército Sirio Libre, casi todos ellos ansiosos de cobrar las cuentas pendientes a HTS. Por ello el liderazgo de este último no se autoengaña y se filtraron sus temores: que Turquía los atacaría para conquistar Idlib una vez que terminara su operación contra los kurdos en Afrín.
Además, mientras Al Julani trataba de aprovechar la calma para hacer llamados a la unidad de todos los opositores al gobierno sirio, Turquía formaba un “Cuarto de Operaciones” que llevaba esa unidad a la práctica, pero dejando fuera a HTS.
Un segundo cambio, tras la intervención turca, fue la de Rusia y Siria. Como Turquía usaba Idlib como plataforma para atacar Afrín, en realidad solo instaló puntos de observación en la frontera entre ambas provincias y prácticamente no hizo más cambios (lo que fortalecía al grupo yihadista). Pero Rusia decidió presionar a su socio para que cumpliera el trato e hiciera respetar el cese al fuego. Usando las Fuerzas Tigre del ejército sirio, lanzó una operación contra el sur de Alepo y el este de Idlib, que en pocas semanas consiguió recuperar gran parte del territorio ocupado por los rebeldes. Turquía se vio obligada a enviar tropas como “observadores”, para resguardar tanto a sus aliados como a Hayat Tahrir al-Sham, ya que todos temían ser arrollados por la máquina militar siria.
Pero no envió solamente observadores, que en realidad no tienen ningún rol de combate. También permitió que los grupos del Ejército Sirio Libre bajo su control usaran en Idlib el armamento semipesado que les acababa de entregar para luchar contra los kurdos. Para mayor desgracia de HTS, uno de los grupos que recibió vehículos blindados fue su némesis Ahrar al Sham.

Unidos contra el opresor
Los combates en el este de Idlib terminaron aproximadamente el 13 de febrero, cuando se eliminó a un pequeño grupo de ISIS que trató de ingresar desde el sur. La situación quedó así: por un lado, HTS empobrecido, con armamento desgastado y sus fuerzas dispersas por toda la provincia para mantener el control; por el otro, grupos que odiaban a HTS, con armamento recién recibido y focalizados en sus respectivas áreas de influencia.
Pronto se reiniciaron las escaramuzas. Algún enfrentamiento menor por aquí, un dirigente asesinado o secuestrado por allá, amenazas verbales por todos lados. El 18 de febrero, los dos grupos mayores aparte de HTS, Ahrar al Sham y el Movimiento Al Zenki, formaron una alianza que llamaron Jabhat Tahrir Suriya (JTS, “Frente para la Liberación de Siria”). Aunque se trataba de una evidente alianza contra HTS, fue esta última organización la que, en otro error, lanzó el primer ataque en un pueblo pequeño.
Casi de inmediato, comenzaron las deserciones en sus filas, mientras diversos grupos se unían al JTS y se iniciaban ataques en múltiples frentes. Apenas diez días después de que naciera la alianza en su contra, todos los enemigos que HTS había hecho durante los años previos ya se habían levantado en su contra y rápidamente lo expulsaron de decenas de sitios, especialmente en el este de la provincia (donde, vaya coincidencia, están los “observadores” turcos), pero también en ciudades importantes del centro, como Khan Shaykhoun y Saraqib. Se rumorea que el propio Al Julani huyó a la cercana provincia de Latakia al oeste, mientras parte de su alto mando trató de huir a Turquía y ese país le negó el ingreso. No es un dato menor, ya que sus enemigos han puesto carteles de “Se busca” contra ellos, anunciando que desean juzgarlos en cortes religiosas por terrorismo y conspiración para matar civiles sirios.
Hay que reconocer que la retirada de HTS, tanto obligada como voluntaria, no se ha traducido en pérdidas fuertes. La mayoría de sus hombres se ha refugiado con su armamento pesado en sectores seguros, dejando atrás máquinas inservibles. El peor desangramiento es por las deserciones, no por las pérdidas en batalla. Así que HTS, la “Organización para la Liberación del Levante”, probablemente sigue siendo una fuerza poderosa.
Otro grupo importante es el Partido Islámico del Turkistán, que se mantuvo neutral durante los primeros días, esperando que volviera la cordura a todas las partes, pero acaba de anunciar su apoyo a HTS y podría servir para recuperar el balance militar entre las dos partes.
Si HTS logra resistir un par de semanas, es posible apostar a que los “moderados” volverán a separarse y quizás hasta a luchar entre ellos por el trono arrebatado a los yihadistas. En parte depende de lo que quiera o permita Turquía, el verdadero poder detrás de los dos grupos principales que conforman el nuevo “Frente para la Liberación de Siria”. De hecho, si Ankara permite el pronto regreso a Idlib de los combatientes que están en Afrín, el fin de este conflicto podría llegar rápidamente.
Quizás el mayor peligro para la supervivencia a largo plazo de HTS sea una alianza aún pequeña que acaba de salir a la luz. Se trata de Tanzim Huras al-Din (“Organización de Guardianes Religiosos”), dirigida por un grupo de personajes leales a Al Qaeda que encabeza Abú Humam al-Shami, uno de tantos que salieron del actual HTS cuando se apartó de sus orígenes. Si este nuevo grupo atrae a los “conservadores” huérfanos de las distintas agrupaciones islamistas, Al Qaeda renacería en Siria dejando atrás el experimento que encabezó Al Julani.
En cualquier caso, el gran ganador de la revuelta en Idlib será Turquía. Sin disparar ni un tiro, está logrando que sus marionetas del Ejército Sirio Libre tomen el control de esa provincia. Además, aunque HTS mantenga control territorial en el noroeste de Idlib, donde está concentrando sus fuerzas, al menos el resto estará en paz. Es decir, la “zona de desescalada” finalmente entrará en vigor, así que es también un triunfo para la estrategia de Rusia, y los aliados de Turquía podrán gozar de tranquilidad. Al menos hasta que Siria decida desconocer un acuerdo sobre su provincia de Idlib, donde no tuvo ninguna participación.