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En un ejercicio de proponer tanto verdades como interpretaciones que no parecen caber en la editorial de los medios masivos, entregamos un listado de preguntas y respuestas que ayuden a mirar con otros lentes un escenario nublado por demasiados actores con demasiadas agendas.
[showhide type=”nacimiento” more_text=”+ ¿Cómo nació la actual Siria?” less_text=”- ¿Cómo nació la actual Siria?”]
En los comienzos de la 1ª Guerra Mundial, Gran Bretaña y Francia ya anticipaban lo que sería una victoria de la Triple Entente sobre el Imperio Otomano, un importante paso anhelado por Walter Rothschild y el movimiento sionista (reconocido por Gran Bretaña en la Declaración Balfour) en busca de establecer un estado judío en Palestina, para entonces bajo control otomano. Esto se sumaba a las aspiraciones geopolíticas de las potencias europeas. Para 1916, Mark Sykes por el lado británico, y François Georges-Picot por Francia, en un acuerdo secreto delimitaron las fronteras donde se repartirían el control de la región del Levante, incluyendo incluso el Magreb. La idea del acuerdo Sykes-Picot era que Palestina quedara bajo la influencia británica a la espera de transformarse en territorio judío, mientras que la otra parte del Levante quedara bajo influencia francesa y se dividiera en base a los grupos religiosos dominantes: El Líbano para drusos y cristianos (principalmente maronitas); Siria, otorgado a la mayoría sunita de la región; y la Llanura del Becá, en la frontera de ambos países, entregada a chiitas. Al este del Levante, el acuerdo establecía que los valiatos de Bagdad y Basora formarían Irak bajo control británico, mientras que el valiato de Mosul, de mayoría sunita, formaría parte de Siria bajo influencia francesa y el área de mayoría kurda al norte quedaría bajo el dominio de la Rusia zarista, en rumbo de convertirse en estado independiente.
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[showhide type=”fronteras” more_text=”+ Si las fronteras consideraron la segregación sectaria, ¿dónde nace el conflicto?” less_text=”- Si las fronteras consideraron la segregación sectaria, ¿dónde nace el conflicto?”]
El conflicto se origina en que, precisamente, las diferencias sectarias se consideraron solo en la asignación de tierras. En la práctica, las fronteras fueron realizadas trazando líneas rectas en los mapas. Sykes tiene una frase célebre donde le dice al Primer Ministro británico “Me gustaría dibujar una línea desde la ‘e’ de Acre hasta la última ‘k’ de Kirkuk”. A esto se sumaban, por cierto, los intereses geopolíticos ya mencionados, además de una marcada ignorancia sobre la idiosincrasia de los habitantes del Levante. Esto quedó de manifiesto cuando los británicos apostaron que la caída otomana les ganaría la confianza de la mayoría chiita en la región de la antigua Mesopotamia, ya que los otomanos solo reconocían la fe sunita como la verdadera y los chiitas carecían de todo privilegio. Pero cuando los británicos invadieron desde el sur de la actual Irak, los chiitas se pusieron del lado de los sunitas otomanos para “defender el Islam de los infieles”.
La resistencia chiita escaló y para 1920 el mismo Winston Churchill, por ese entonces Secretario de Estado para la Guerra, recomendaba medidas tan drásticas como el uso de gases venenosos (sí, armas químicas) contra los pueblos y aldeas chiitas. Además, para reducir la proporción de los que profesaban esta rama del Islam, Gran Bretaña tomó varias acciones. Por una parte, se deshizo de sectores con mayoría chiita entregando el sur de Basora al aliado Abdulaziz Bin Saúd (próximo a fundar Arabia Saudita), independizando el emirato de Kuwait con todo el acceso a costa y permitiendo que Irán anexara el emirato de Ahvaz. Por otro lado, Gran Bretaña añadió sectores sunitas a las fronteras de Irak, como Mosul, con la venia de Francia, y el área kurda, que con la Revolución Bolchevique de 1917 perdía el apoyo de Rusia y con ello la oportunidad de convertirse en un estado independiente por la que pelea hasta nuestros días.
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[showhide type=”conflicto” more_text=”+ Pero eso fue hace 100 años, ¿cómo puede continuar el conflicto?” less_text=”- Pero eso fue hace 100 años, ¿cómo puede continuar el conflicto?”]
Esta respuesta se puede sintetizar en una serie de eventos que han mantenido la llama del conflicto vivo, por diversos motivos interesados. Finalizada la 1ª Guerra Mundial, los chiitas y luego los kurdos resistieron a los colonialistas europeos, quienes utilizaban cada vez más fuerza, llegando incluso a ocupar armas basadas en fósforo blanco, prohibidas en la actualidad. Las tensiones e intereses aumentaron con la explotación de los primeros yacimientos petrolíferos a finales de los ’20 y con incontables exploraciones de nuevos yacimientos en prospecto. Para la 2ª Guerra Mundial y, sobre todo al finalizar esta con la creación del estado de Israel, se extendió en los países de la región un sentimiento de nacionalismo árabe que trascendía al sectarismo islámico y muchas veces las fronteras impuestas. Prueba de ello fue el poder que logró generar el Partido Ba’ath fundado en 1947 y que, siendo secular, se estableció en Libia, Jordania, Líbano, Yemen y Arabia Saudita, pero sobre todo en Siria e Irak, donde alcanzaron el gobierno en la década del ‘60 y después de varios conflictos, divisiones y golpes de estado, instalaron en el poder a Hafez al-Assad en Siria (1970) y Saddam Hussein en Irak (1979). Estos llamados “hombres fuertes” gobernaron hasta 2000 y 2003, respectivamente, tratando de imponer su poder y el culto a su persona por sobre el sectarismo y con demasiada frecuencia recurriendo a una brutalidad extrema. Adicionemos a los factores políticos los innumerables factores comerciales, como la necesidad de construir ductos para el transporte de gas natural, y tenemos la tormenta perfecta durante más de un siglo.
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[showhide type=”historia” more_text=”+ ¿Cómo se vinculan con esta historia los hechos actuales en la región?” less_text=”- ¿Cómo se vinculan con esta historia los hechos actuales en la región?”]
Así como las fronteras tendenciosas y la invasión europea generó la resistencia local durante y después de la 1ª Guerra Mundial; así como la 2ª Guerra Mundial y la creación del estado de Israel en desmedro de Palestina generaron un sentimiento de unión entre países árabes para resistir; así como la necesidad de prevalecer y defenderse generó gobiernos autoritarios y militarizados; así, también, dichos gobiernos autoritarios generaron un sentimiento de resistencia en una población cada vez más capaz de auto-abastecerse de información que terminó estallando en lo que se conoce como Primavera Árabe, primero en la revolución de Túnez en 2010, que logró el derrocamiento del gobierno, y en seguida con protestas en Argelia (2010-2012), Jordania (2011-2012), Omán (2011), Djibouti (2011), Sudán (2011-2013), Bahrain (2011), Kuwait (2011-2012), Marruecos (2011-2012), Mauritania (2011), Líbano (2011), Arabia Saudita (2011), Irán (2011) y Palestina (2011-2012). Pero sin duda, los mayores conflictos fueron los que escalaron de protestas a conflictos armados: Egipto, con el gobierno derrocado en 2011 y con conflictos hasta el presente; Yemen, con el gobierno derrocado en 2012 y con una guerra en curso; Irak, con protestas desde 2011 que lograron cambios en el gobierno y con una guerra contra Estado Islámico en curso; y Siria, con insurgencia civil en enero de 2011 que derivó en una guerra civil en agosto de ese año y hoy sigue, además, con una guerra contra Estado Islámico.
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[showhide type=”primavera” more_text=”+ ¿Fue la Primavera Árabe producto de los intereses de las grandes potencias?” less_text=”- ¿Fue la Primavera Árabe producto de los intereses de las grandes potencias?”]
Aunque es imposible negar la sucesión de eventos intervencionistas que han propiciado el estado actual de la región, la Primavera Árabe no podría haberse materializado sin la propia brutalidad de muchos regímenes en los países árabes.
Pero si algo demostraron las manifestaciones de Túnez y Egipto fue el enorme poder que presentaban las redes sociales y los nuevos flujos de información. Y si bien la Primavera Árabe fue una respuesta social, el aprovechamiento de los intervencionistas extranjeros para realizar movimientos geopolíticos no se hizo esperar.
Entre febrero y marzo de 2011 ocurrieron simultáneamente incontables muestras de descontento civil por todo Medio Oriente y el norte de África, sin embargo Al Jazeera concentró su cobertura en Libia y en la represión del gobierno de Gaddafi contra civiles. Al Jazeera es un medio de propiedad del Estado de Catar que ha demostrado gran influencia en la población joven de los países árabes. Catar es uno de los miembros del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCEAG), un grupo cercano a EE.UU. que además incorporan Bahrain, Kuwait, Omán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Estos países más otros tres, durante una sesión de la Liga Árabe en marzo de 2011 a la que asistieron 11 de los 22 miembros, votaron a favor de solicitar una zona de exclusión aérea en Libia al Consejo de Seguridad de la ONU y fue esta petición la que motivó a Rusia no ejercer su derecho a veto de la Resolución 1973, que permitía el uso de “cualquier medio necesario” para proteger a la población civil de la acción de Gaddafi.
El uso tendencioso de la información lo podemos ver en dos elementos de esta historia. Primero, Al Jazeera y los medios occidentales hicieron vista gorda de lo que ocurría, por ejemplo, en otro miembro de la CCEAG, Bahrain, donde la represión contra civiles estaba mostrándose igual de brutal, pero donde el gobierno contaba con el apoyo de Arabia Saudita (contra rebeldes chiitas) y de EE.UU., que mantiene una base de operaciones para la Quinta Flota de su armada en ese país. Segundo, tal como concluyó el Comité Especial para Asuntos Exteriores del parlamento británico en 2016, la amenaza contra civiles libios había sido sobrevalorada y la enorme cantidad de elementos de extremismo islámico entre los rebeldes había sido pasada por alto. Por supuesto en esto ayudaron los medios occidentales y Al Jazeera.
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[showhide type=”eeuu” more_text=”+ ¿Por qué aparecen EE.UU. y otras potencias involucrados en Irak y Siria?” less_text=”- ¿Por qué aparecen EE.UU. y otras potencias involucrados en Irak y Siria?”]
Principalmente porque lo que hicieron Sykes, Georges-Picot y Rothschild hace 100 años hoy se continúa haciendo por parte de las potencias actuales. Para entonces, se preparaba el terreno para la formación de Israel y el control de una posición estratégica, hoy se busca desestabilizar la región para evitar que surjan grandes potencias militares que puedan ser una amenaza para Israel. Nada descabellado, considerando que la región es rica en recursos y siempre ha habido un sentimiento de panarabismo latente, pero hasta ahora contrarrestado.
Entre los grandes defensores del Estado de Israel se encuentra el CFI de Reino Unido y los “neocon” de EE.UU. Estos últimos fueron los que idearon la invasión a Irak en 2003 y ese años el General en retiro Wesley Clark del Ejército de EE.UU., quien fuera Comandante Aliado Supremo de la OTAN, publicó en su libro “Winning Modern Wars” sobre una visita al Secretario de Defensa Donald Rumsfeld en el Pentágono a pocas semanas de los atentados de 2001, luego de la cual un “alto oficial militar” le informó sobre la existencia de un plan para llevar a cabo “una campaña de 5 años” donde EE.UU. iría contra Irak, Sudán, Líbano, Libia, Siria, Somalia e Irán. Más allá del ajustado plazo, que de seguro fue solo una estrategia de los neoconservadores del Pentágono para “vender la idea”, es notable confirmar la iniciativa intervencionista de EE.UU. y el éxito en desestabilizar la región: todos estos países vivieron manifestaciones asociadas a la primavera árabe 10 años después y solo Irán se mantiene sin acciones militares directas de EE.UU. en su territorio.
El año 2006, Israel entró en guerra con El Líbano mediante un devastador bombardeo apoyado por Londres y Washington. Condoleezza Rice, Secretaria de Estado de EE.UU. de la época, comentó en un discurso en Tel Aviv que “lo que estamos presenciando aquí, en cierto modo, es el ‘dolor de parto’ de un ‘Nuevo Medio Oriente’ y lo que sea que hagamos [o sea, EE.UU.] debemos tener la certeza de que presionamos por ese ‘Nuevo Medio Oriente’ sin volver atrás”.
El mismo año 2006, el Teniente Coronel en retiro del Ejército de EE.UU. Ralph Peters había publicado en su libro “Never Quit The Fight” (Nunca Retirarse del Combate) un mapa que proponía un rediseño mayor del Medio Oriente. Ralph Peters es conocido como un estratega geopolítico bastante escuchado en el Pentágono, pero también hay quienes dicen que su tasa de acierto se debe a que ha divulgado estrategias ya en curso.
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[showhide type=”guerra” more_text=”+ Pensando en este intervencionismo ¿se puede hablar de ‘guerra civil’ en Siria?” less_text=”- Pensando en este intervencionismo ¿se puede hablar de ‘guerra civil’ en Siria?”]
La definición oficial dice que en Siria se enfrentaron grupos opositores al gobierno con grupos partidarios al gobierno, pero la realidad es que desde un principio hubo intereses de las potencias occidentales y de Medio Oriente por deshacerse de Assad como lo hicieran con Saddam Hussein y Muammar Gaddafi y transformaron esos intereses en influencia material efectiva.
Pero a diferencia de Libia, en Siria algo salió mal.
Los medios partidarios al gobierno, tanto en Siria como en Líbano, lograron contrarrestar la información generada por Al Jazeera y otras fuentes que pretendían influir en la población y establecieron una narrativa que se aprovechaba de un sentimiento nacionalista sirio que ha sido cultivado desde el alzamiento de Hafez al-Assad en 1970. De este modo, los opositores al gobierno, más dispuestos a la intervención extranjera, se encontraron con una resistencia pro-gobierno, no solo de las fuerzas militares, sino que también de las milicias y civiles pro-Assad.
Otro factor a considerar, también distinto a lo ocurrido en Libia, es la cercanía de la familia Assad con Rusia que hace casi imposible cualquier resolución del Consejo de seguridad de la ONU contra Damasco.
Por tanto, si las potencias árabes y de occidente buscaban derrocar al gobierno, mientras que Rusia e Irán pretenden proteger al gobierno, y ambos bandos han sido decisivos, claramente e independiente de quién pelee las batallas, esta es una guerra internacional.
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[showhide type=”coalicion” more_text=”+ En particular en Siria, ¿Cómo se ha involucrado EE.UU. y la coalición que lidera?” less_text=”- En particular en Siria, ¿Cómo se ha involucrado EE.UU. y la coalición que lidera?”]
Seymour Hersh, investigador y escritor estadounidense, denunció cómo armas robadas de arsenales de Libia tras la caída de Gaddafi fueron a parar a islamistas y otros grupos de oposición en Siria gracias al contrabando llevado a cabo por EE.UU. con apoyo de Turquía, Arabia Saudita y Catar.
Más abiertamente, EE.UU. ha provisto de armas, entrenamiento y apoyo logístico a la SDF (Fuerzas Democráticas Sirias, integradas por milicias contrarias al gobierno de diferentes etnias, en su mayoría del YPG kurdo) y al FSA (Ejército Sirio Libre, conformado por facciones desertoras del Ejército Árabe Sirio o SAA), este último también patrocinado por Turquía.
Es importante destacar que, si bien la coalición que lidera EE.UU. se puede analizar como una única fuerza, es claro cuando se desglosa su accionar que dentro del grupo existen diversos enfoques e intereses. Lo más evidente es la posición de Turquía, que ha manifestado su disconformidad con muchas estrategias, no tan solo el fortalecimiento de los kurdos (a quienes Turquía considera una amenaza). Arabia Saudita y Catar tienen intereses comunes, pero cada uno quiere ser la potencia dominante del golfo. Israel, que participa principalmente en trabajos de inteligencia (solo interviene abiertamente cuando detecta una amenaza directa para su estado, como en los bombardeos a arsenales de Hezbollah), busca mantener desnivelada la balanza militar a su favor con respecto a todos los estados árabes y seguir evitando que estos estados sumen sus fuerzas mediante intervencionismo, guerras, propaganda y cualquier artimaña que logre hacerlos pelear entre sí.
EE.UU. es un caso de estudio en sí. No existe una sola política, con una sola estrategia y un solo objetivo. En EE.UU existen varios intereses internos que se reflejan en diversos objetivos en su política exterior, algunas veces estos intereses se contraponen, otras veces escapan a su control.
En marzo de 2016, Los Angeles Times reportaba el absurdo donde armas y entrenamiento provistos por EE.UU. estaban siendo utilizados por grupos rebeldes sirios independientes y agrupados en el FSA, patrocinados por la CIA, para combatir a milicias agrupadas en el SDF, patrocinadas por el Pentágono. Esto se ha repetido durante toda la guerra y muestra el poco control de EE.UU. sobre las fuerzas que apadrina, pero también la existencia de las diversas caras de EE.UU.
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[showhide type=”rusia” more_text=”+ ¿Y qué hay de Rusia e Irán?” less_text=”- ¿Y qué hay de Rusia e Irán?”]
Estos países tienen intereses fronterizos, geopolíticos y comerciales en la región. El control de Medio Oriente y la desestabilización regional patrocinada por EE.UU., Reino Unido e Israel puede actuar como llave para los países de Asia Menor y Eurasia, de por sí con una delicada política interna y en la zona de control de Rusia, Turquía e Irán.
Zbigniew Brzezinski, ex Consejero de Seguridad Nacional de EE.UU., acuñó el concepto de “caos y destrucción creativa” en referencia a deshacer primero para reformular luego las fronteras y políticas de Medio Oriente. Otro término suyo, definido en el libro “The Grand Chessboard: American Primacy and its Geo-Strategic Imperatives” (El Gran Tablero de Ajedrez: Primacía Americana y sus Imperativos Geo-estratégicos) fue el de los “Balcanes Eurásicos”, en relación a la “balcanización” o la capacidad de explotar conflictos étnicos internos en 9 países de la región: Kazakstán, Kirguizistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turkmenistán, Azerbaiyán, Armenia, Georgia y Afganistán.
También hablaba de la potencial balcanización de Irán y Turquía, pero que de ocurrir, la región se volvería inmanejable.
Por supuesto, Irán, Turquía y Rusia quieren mantener bajo toda costa el equilibrio de su zona de control y, sobre todo, de sus zonas fronterizas.
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[showhide type=”isis” more_text=”+ ¿Qué papel juega el extremismo islámico y quién los patrocina?” less_text=”- ¿Qué papel juega el extremismo islámico y quién los patrocina?”]
Para que las potencias de occidente y sus aliados en Oriente Medio tuvieran una influencia efectiva en los conflictos internos de los países “enemigos”, debían encontrar un mecanismo de ingresar a la pelea sin hacerlo directamente, porque hubiera sido considerado una invasión de acuerdo a los tratados internacionales. Además, debía ser de una forma que acrecentara las diferencias sectarias entre chiitas y sunitas para lograr polarizar aún más los conflictos. Dos grandes agrupaciones salafistas de Oriente Medio con aspiraciones de un califato en la región se presentaron como los depositarios perfectos para ser la fuerza de combate que buscaban Arabia Saudita, Catar y las potencias occidentales: Al-Qaida en Siria (primero autodenominados “Frente al-Nusra” y ahora “Jabhat Fateh al-Sham” como miembro del grupo “Hay’at Tahrir al-Sham” o HTS) y Estado Islámico (primero autodenaminados “Estado Islámico de Irak y el Levante”, ISIS o DAESH, según la transliteración de su sigla en árabe).
Catar ha reconocido abiertamente su apoyo al antiguo Frente al-Nusra, mientras que Arabia Saudita, a pesar de hacerlo de una forma más velada, también aparece con frecuencia entre los financistas de diversos grupos extremistas, tal como reportan algunos medios británicos que tuvieron acceso a un informe encargado por David Cameron en 2015 para identificar quiénes financian al terrorismo islámico (el informe no ha visto la luz porque Arabia Saudita, socio comercial de Reino Unido, aparece comprometido).
En los comienzo de la Guerra en Siria, con frecuencia se veía que armas y personal entrenado en al-Qaida terminaban integrando las huestes de Estado Islámico. También participaban en operaciones conjuntas con frecuencia. Estas relaciones se han vuelto más distantes y tensas, al punto de escalar los enfrentamientos entre los dos grupos, en parte por la dificultad de conseguir financiamiento sin la carta blanca de EE.UU. y en parte por la debilidad que actualmente presenta Estado Islámico y que el actual HTS explota a su favor.
En nombre de Estado Islámico (o ISIS como sigue llamándose en los medios occidentales) también se han llevado a cabo campañas mediáticas con el objeto de “sensibilizar” a la población occidental sobre la amenaza islámica, extendiendo el campo de batalla a las principales ciudades del mundo mediante atentados que acaparan todas las portadas.
Luego del atentado de Manchester en mayo de 2017, se hicieron públicos varios registros asociados a Salman Abedi, el suicida que habría dejado decenas de muertos y heridos en un concierto en el Manchester Arena, confirmándose su participación como miembro del Grupo de Combate Islámico en Libia (LIFG, por su sigla en inglés) apoyado por Reino Unido, que a su vez se relaciona con al-Qaida y Estado Islámico. Abedi también participó como combatiente del lado rebelde en la Guerra de Siria. Este es un ejemplo que se ha repetida demasiadas veces.
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[showhide type=”proxy” more_text=”+ ¿Qué hay de guerra proxy entre EE.UU. y Rusia?” less_text=”- ¿Qué hay de guerra proxy entre EE.UU. y Rusia?”]
Si bien las fuerzas respaldadas por uno y otro son opuestas, ni EE.UU. ni Rusia han declarado estar enfrentados entre sí. Extrañamente, incluso han hablado de un objetivo común: la destrucción de Estado Islámico.
No obstante, los diversos enfrentamientos y la lucha por posiciones y supremacía no puede dejar de recordar a las guerras proxy de los años de la Unión Soviética.
Las fuerzas de la Coalición (potencias de occidente y de Medio Oriente lideradas por EE.UU.) han declarado que la prioridad en estos momentos no es derrocar a Assad, sino deshacerse de Estado Islámico en Siria e Irak, lo que es muy probable que ocurra pronto. Pero en un territorio infestado por fuerzas e intereses múltiples es imposible realizar una acción sin pensar en una serie de consecuencias, intencionadas o no. Todas las partes en conflicto están moviendo sus piezas para el escenario post-caída de Estado Islámico.
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[showhide type=”actual” more_text=”+ ¿Cuál es el actual estado de la situación en Siria?” less_text=”- ¿Cuál es el actual estado de la situación en Siria?”]
Las fuerzas combatientes se encuentran en un estado de estancamiento efectivo. Por una parte, la CCEAG se ha dividido desde que Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Bahrain rompieran relaciones con Catar por “su apoyo a grupos de extremismo islámico”. Por supuesto existe una razón “verdadera” relacionada con acaparar los negocios con Washington (por parte de Arabia Saudita y EAU) y una discrepancia en la postura respecto Irán, enemigo natural del bloque, pero con quien Catar mantiene relaciones comerciales.
EE.UU. y sus aliados en Oriente Medio llegaron al punto donde no pueden seguir involucrando recursos para financiar y patrocinar a grupos islamistas sin exponerse política y mediáticamente. Acá se desprenden, nuevamente, dos caras de EE.UU., la cara pública que concentra su esfuerzo en la destrucción de Estado Islámico por el bien de la humanidad y la cara oculta del aparato militar neoconservador que de seguro querrá seguir la misma hoja de ruta que permita perpetuar el conflicto para mantener el gasto en defensa y cuidar los intereses de Israel.
Actualmente, tropas y blindados de EE.UU. han ingresado a territorio Sirio después de haberse organizado en el norte de Jordania, en lo que se ha denominado una invasión. La respuesta de EE.UU. a esos alegatos indica que se trata de apoyo en el combate a Estado Islámico (con lo que nadie puede estar en desacuerdo) y se dedicado a brindar entrenamiento para este efecto a fuerzas rebeldes, que en ningún caso utilizarán las nuevas destrezas y armas para seguir combatiendo a las fuerzas de Assad.
Aparte de lo increíble de la posición estadounidense, el hecho de que esté presente directamente en territorio Sirio aumenta dramáticamente las tensiones. En septiembre de 2016, EE.UU. y Rusia alcanzaron un acuerdo para el cese al fuego en Siria. Sin embargo, al poco tiempo EE.UU. dio muerte a más de 60 efectivos del ejército sirio y el gobierno sirio respondió atacando un convoy de ayuda en camino a Aleppo. Esto echó por tierra el acuerdo entre ambas potencias militares. Otro ataque accidental de EE.UU. sobre combatientes pro-gobierno ocurrió a comienzos de junio de 2017 y antes de eso en abril, mientras que fuerzas aéreas rusas atacaron por error a rebeldes sirios en marzo de 2017. Un verdadero polvorín.
En un acto de pragmatismo, Rusia orientó su diplomacia a Turquía, que controla algunos grupos de oposición, y a Irán, que patrocina al grupo pro-gobierno Hezbollah junto a otras milicias, para establecer un nuevo pacto de cese al fuego, firmado en mayo de 2017 luego de conversaciones en Astana, Kazakstán.
En este encuentro también se acordó implementar lo que se denominó “zonas de desescalamiento”, que buscan detener cualquier enfrentamiento armado entre fuerzas de oposición y pro-gobierno, al tiempo que se dedican esfuerzos para proteger civiles residentes en dichas zonas y se pretende disminuir las oportunidades de conflicto con fuerzas de la coalición liderada por EE.UU.
Con esto, EE.UU. y Rusia pasaron a concentrar sus esfuerzos externos en vencer a Estado Islámico, tanto en Raqqa, por el lado sirio, como en Mosul, por el lado iraquí. En la práctica, sin embargo, EE.UU. está fortaleciendo su posición en At Tanaf, al sur de Siria, entrenando y armando a opositores sirios, coordinando fuerzas de la OTAN (principalmente noruegas y francesas) y preparando las próximas jugadas de la coalición en el tablero sirio-iraquí utilizando el combate contra Estado Islámico como escudo ante la comunidad internacional.
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[showhide type=”futuro” more_text=”+ ¿Cuál es el escenario futuro más probable en Siria e Irak?” less_text=”- ¿Cuál es el escenario futuro más probable en Siria e Irak?”]
Las posibilidades sobre el futuro de la Guerra en Siria van desde una pacificación de la región tras vencer a Estado Islámico, por ejemplo mediante una división territorial política como propone un informe de RAND Corporation, hasta el desencadenamiento de la 3ª Guerra Mundial.
Es tan delicada y complicada la situación en Siria que ambas posibilidades en extremos opuestos tienen prácticamente la misma probabilidad de ocurrencia.
EE.UU. y las fuerzas de la coalición han demostrado estar dispuestos a todo por defender At Tanaf, en la ruta que une Siria e Irak, y ya se han registrado varios ataques a fuerzas sirias, que a su vez se están agrupando en la región con fuerzas militares iraníes, además de las milicias libanesas e iraníes que ya apoyaban sus filas. Basta un ataque cuyas bajas no sean sirios (pro-gobierno u opositores) para escalar a un conflicto internacional mayor.
Por otro lado, un conflicto armado de gran escala no le conviene a ninguna de las partes y aún quedan por agotar innumerables instancias de negociación, tanto internacionales como bilaterales entre Rusia y EE.UU.
Irak también está al borde de expulsar a Estado Islámico y, si bien el orden institucional parece en rumbo, Irak también es susceptible de las negociaciones que puedan ocurrir respecto de Siria, por ejemplo sobre la asignación de territorio al Kurdistán, la segregación sunita/chiita y la administración de fuerzas internacionales en parte del territorio de Siria e Irak.
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