Discurso Anti “Big Pharma”: ¿Otra Expresión Del Populismo?

🇺🇸 Read in English

La corriente de políticos que se abandera contra el enemigo de las compañías farmacéuticas tiene una data histórica. Pero la industria sigue haciéndose más fuerte a costa de los planes públicos de salud y los bolsillos de los propios pacientes, cuando el precio de los medicamentos es solo un efecto de los vicios que generan los mismos productores.

Trump-Sanders
Fuerzas opuestas como Bernie Sanders y Donald Trump coincidieron en sus planteamiento contra las grandes farmacéuticas.

¿Qué tipo de abanderamiento podría reunir bajo las mismas consignas al derechista Donald Trump y al izquierdista Bernie Sanders en EE.UU.? Con lo difícil que es encontrar puntos de unión entre estos dos personajes de la política estadounidense, resulta interesante ver lo coincidente que fueron sus discursos respecto a los grandes laboratorios en la pasada campaña electoral de EE.UU. en 2016.

Por eso es evidente que sus argumentos sean ampliamente populares. Autoridades de la mayoría de las potencias de la Unión Europea, los presidentes de casi todos los países de Latinoamérica, China, India y la propia Organización Mundial de la Salud, han expuesto los problemas relacionados con los laboratorios de una u otra manera.

En el caso de Europa y EE.UU, donde el respaldo a los grandes laboratorios se ha transformado en un marco legal que protege la propiedad intelectual asociada a la creación de fármacos, el principal foco de conflicto está en la disponibilidad de los medicamentos de punta para los pacientes que requieren de ellos. Los costos de la investigación y el desarrollo de medicinas implica planes agresivos de retorno de la inversión de parte de las compañías farmacéuticas, lo que deja a parte de la población simplemente sin acceso o a programas fiscales en un irreparable déficit. La Comunidad Europea ha buscado insistentemente soluciones a esta materia, sobre todo en los medicamentos que apuntan a las enfermedades “raras” (orphan drugs, como se conocen en inglés).

En China, en el sudeste asiático y en América Latina, las empresas fabricantes de medicamentos no cuentan con el mismo respaldo que en Europa y EE.UU. Más aún, India se ha encargado de marcar tendencia como un país que dedica la mayor parte de sus esfuerzos en producir medicamentos genéricos. China ha fomentado su propia industria para la fabricación de fármacos, incluyendo en alguna escala la investigación y desarrollo como parte de su estrategia (si bien ahora con su orientación al libre comercio está dando la mano a los grandes laboratorios). En ambos países, se relaja la protección a la propiedad intelectual en los medicamentos, y por lo tanto del principal activo de los grandes laboratorios, y se favorece la disponibilidad de un arsenal básico de fármacos en la mayor escala posible.

En todos estos casos, occidente u oriente, el más evidente flagelo para los pacientes que demandan los medicamentos es el mismo: el precio. El costoso proceso de crear un fármaco implica utilidades poco atractivas en occidente y una baja penetración en mercados poco protegidos de oriente, lo que significa que el acceso a medicamentos se sigue encareciendo.

chart_USprices.png
El gráfico muestra las diferencias de precio de 7 medicamentos representativos, en Europa y EE.UU., según un estudio de la International Federation of Health Plans, de 2015.

La Trampa De Los Precios

Entonces, nos encontramos con un escenario con problemas tan transversales que continúa siendo material fértil para los políticos más populistas, dispuestos a enfrentarse con vehemencia contra un adversario al cual la opinión pública ve como un enemigo común.

Donald Trump planteaba a finales de marzo de 2017 en un discurso en Kentucky que “el costo de la medicina [en EE.UU.] es escandaloso, muchas veces mayor que en países de Europa. ¿Por qué?”

No deja de tener sentido la pregunta. Según un estudio de la International Federation Of Health Plans en 2015, EE.UU. tiene precios en promedio 213% más caros que en la Comunidad Europea en 7 medicamentos representativos y en comparación con Canadá puede llegar a precios 8 veces más caros. “¿Por qué?” pregunta Trump, cuestionando la razón en la diferencia de precios que imponen las mismas farmacéuticas para un mismo medicamento. La respuesta más directa posible es “porque pueden”.

En EE.UU., al igual que en muchos países de Latinoamérica y de África, las regulaciones de precio para medicamentos está dada por el mercado. Lo que hace esto grave, es que la competencia es casi nula, debido a un sinnúmero de malas prácticas de los grandes laboratorios para menguar, cuando no acabar, con la compañías menores.

Entonces, llegamos al núcleo del problema de las llamadas “Big Pharma”.

over-medication

Farmacéutica Grande, Pez Grande

Si bien es fácil tomar el precio de los medicamentos como la bandera de lucha de políticos tan diversos como Donald Trump en EE.UU., Shinzo Abe en Japón, Mauricio Macri en Argentina, Vladimir Putin en Rusia y un gran etcétera, lo cierto es que el problema de los precios es solo un efecto del problema real y se utiliza como carnada fácil para pescar resultados favorables en las encuestas.

El gran elefante en la habitación de los laboratorios son las constantes malas prácticas en que incurren. Alguien puede argumentar que el problema no es de la industria sino del sistema y los gobiernos que deben controlarla, ya que muy pocas veces la autorregulación es la respuesta, pero lo cierto es que el asunto de las malas prácticas es de responsabilidad compartida.

Primero está el enorme gasto de la industria en “lobby”, con cerca de U$250 millones solo en EE.UU. y solo en acciones “directas” durante 2016. Porque aparte del lobby regulado, las corporaciones se encargan de financiar suficientes campañas electorales como para tener votos asegurados en el parlamento. Otro tipo de influencia es la colocación de inversionistas o accionistas importantes de la industria en cargos de poder. Por ejemplo, en el caso de EE.UU. nuevamente, en estos días se propone a Scott Gottlieb para liderar la FDA cuando sus lazos con las empresas productoras y distribuidoras de medicamentos han sido un factor importante del patrimonio personal que reporta.

El mercado de las influencias no termina ahí, pues una de las entradas más rentables de la industria es la representación de fármacos de prescripción directa por parte de los médicos. Solo este tema da para una discusión seria sobre la sociedad que se está moldeando por médicos que exageran los tratamientos con fármacos y una abierta práctica de tráfico de influencias, con especialistas que reciben dinero, bienes, viajes y un sinfín de beneficios de parte de las farmacológicas.

Otra mala práctica es lo que podríamos denominar “ser todo lo monopólico que se pueda”. Por supuesto que en la gran mayoría de los países desarrollados y en vías de desarrollo existen regulaciones anti-monopolio, pero los grandes laboratorios se encargan de hacer que la competencia sea la menor posible. El principal enemigo lo presentan los medicamentos genéricos. Existen incontables casos donde las grandes farmacéuticas simplemente le pagan a los laboratorios menores por no vender o retrasar la salida comercial de medicamentos genéricos, en lo que se ha denominado “pay for dalay”.

Otra fórmula muy utilizada es “suplantar” a ciudadanos comunes para levantar petitorios a los organismos reguladores pidiendo revisar la calidad o eficacia de los medicamentos genéricos, nuevamente, para retrasar o impedir su comercialización. En un reporte al Congreso de EE.UU. en 2016, la FDA informó que el 92% de las peticiones ciudadanas para revisar medicamentos genéricos provino de fabricantes de marcas de medicamentos ya establecidos y no de ciudadanos independientes.

Una última práctica pseudo-monopólica que podemos revisar es la denegación de muestras de composiciones químicas de los medicamentos. Si bien existe un periodo en que los medicamentos están protegidos por leyes de propiedad intelectual, lo que significa que no es posible hacer genéricos con el mismo compuesto sin pagar los derechos, al finalizar un plazo que varía dependiendo del país, pero no menor a 5 años, la patente queda “abierta”. Sin embargo, los fabricantes se quedan con la información de todos modos, impidiendo a otros productores de genéricos que accedan a conocer la composición específica. Esto se hace con argucias y resquicios legales que también varían según el marco legal en que se amparan.

male-pill-1
El ingeniero biomédico indio Sujoy Guha, inventor de Risug, un método anticonceptivo masculino resistido por “Big Pharma”.

Diagnóstico Para La Industria

Considerando las malas prácticas expuestas, es posible notar que probablemente este tipo de comportamiento corporativo trascienda a las farmacéuticas y sea un mal común de diferentes industrias. Sin embargo, este es precisamente el punto que debería generar la mayor discusión.

El negocio de las compañías de medicamentos es la salud, el bienestar y la calidad de vida de las personas, pero se ha transformado en el negocio de los instrumentos financieros y las inversiones en activos patentables.

Llagados a este punto, la peor de las malas prácticas que podemos asociar a los grandes laboratorios es la baja inserción social que tienen, indolentes absolutamente a los requerimientos de seguridad social y bienestar general de las comunidades donde se insertan. Cuando lo importante del negocio no es el usuario de los medicamentos, sino la patente y los derechos que se pueden cobrar, entonces se incurren en vicios que no solo impiden una mejor calidad de vida en los pacientes, sino que además derechamente la deterioran.

Recientemente apareció en los medios el invento de un startup indio: un método anticonceptivo masculino, que con una inyección de U$10 de costo, es capaz de prevenir embarazos ofreciendo la misma efectividad de un condón por un periodo de hasta 10 años y, además, como un tratamiento reversible. Risug, como se denomina al producto (del inglés “Reversible Inhibition of Sperm Under Guidance”), se encuentra en su última etapa antes de su aprobación con resultados asombrosos, pero no ha logrado un acuerdo con los laboratorios para ser distribuido. La respuesta que obtiene su creador, Sujoy Guha, un ingeniero biomédico de 76 años, es que no existe un mercado de varones dispuestos a realizarse el procedimiento. Por supuesto, una declaración así es absolutamente arbitraria. La verdad es que un producto como este mejoraría la calidad de vida de cientos de millones de personas, hombres y especialmente mujeres condenadas a la píldora y sus efectos secundarios durante gran parte de su vida fértil, sin contar la mejora en los costos de los sistemas públicos de salud. Pero acá reside el conflicto. ¿Qué ganan los grandes laboratorios reemplazando las utilidades recurrentes de la venta de preservativos y píldoras anticonceptivas con un procedimiento una vez cada 10 años?

Ejemplos de la disociación de las empresas farmacológicas con la sociedad, los gobiernos y la comunidad, se suman. El escándalo de la Talidomida entre los ’50 y los ’70, un fármaco de la empresa alemana Chemie Grünenthal utilizada como calmante que generó miles de casos de malformaciones congénitas y muertes, llevó a regular de mejor forma la salida al mercado de drogas y fármacos, ante la inexistencia de pruebas suficientes realizadas por los propios fabricantes.

Actualmente, las farmacéuticas están destinando presupuestos importantes para impedir la legalización de la marihuana, principalmente a través de grupos conservadores, dado que la planta, al ser utilizada medicinalmente, actúa como un remedio más efectivos, seguro y barato para diversas dolencias. El negocio de los analgésicos es uno de los principales de las grandes corporaciones y es conocido por su abismante registro de adicción y muertes por sobredosis que deja como efecto secundario.

Big-Pharma-Greed-1

Prescripción Para Líderes

Estas historias y otras varias demuestran que las empresas farmacéuticas no son compañías insertadas en nuestra sociedad, sino tan ajenas para el ciudadano común como el mercado de valores o la Bolsa de Metales de Londres. No es por desconocer el gran trabajo y despliegue hecho en investigación y desarrollo, pero el objetivo de esta industria, como todas aquellas en el rubro de la salud, debería ser precisamente la salud, el bienestar, la calidad de vida. Lejos de eso, solo se preocupan de lo mismo que se preocupan todas las corporaciones, incrementar sus márgenes de ganancias y traspasar sus costos en la mayor medida posible al “mercado”, asegurando su influencia en legisladores y reguladores, y creando conglomerados pseudo-monopólicos para poder establecer las reglas y precios.

Los lemas de campaña buscarán reducir todo a la discusión por los precios de los medicamentos, pero oportunidades como la que nos propone Sujoy Guha con Risug, la indolencia ante la sobre-medicación en que están cayendo nuestras sociedades y la incapacidad de valorar a las personas como individuos y no como consumidores, nos deberían invitar a una reflexión sobre cómo integramos las actividades de investigación y desarrollo biomédico con una oferta sustentable para los gobiernos y con el foco donde realmente corresponde, la comunidad.

Para esto, quizás haga falta que el presidente de EE.UU. y los otros líderes del mundo en lugar de preguntar a las compañías farmacéuticas por los precios tan altos, aborden el gran tema de fondo y pregunten por qué un involucramiento social tan bajo.