Serie Guerra Civil Siria. Parte III: Hora De Cosas Mayores

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Israel salió de las sombras al hacer explícito su arsenal ofensivo, defensivo y de vigilancia, al tiempo de presentar abiertamente sis piezas en el tablero en una jugada doble: atacando a Hezbolá y enviando un mensaje al Kremlin… Rusia podría responder la próxima vez.

Israel Jet
Jet Israelí responsable de bombardeos en Palmira.

Entre la noche del jueves 16 y la mañana del viernes 17, aviones israelíes bombardearon blancos cerca de Palmira, en Siria, aparentemente para destruir armamento de la milicia libanesa Hezbolá. El domingo, otro ataque aéreo acabó con la vida del comandante de unas milicias leales al gobierno sirio en las Alturas del Golán y esa misma noche hubo un bombardeo cuyo blanco no está claro, aunque Israel dice que fue un convoy de armas que iba hacia Líbano. El martes 21, aviones atacaron blancos del ejército sirio en las cercanías de Damasco, sin que se informara de bajas.

Esta seguidilla de ataques despertó preocupaciones sobre una posible escalada militar de Israel en Siria, que obviamente tendría graves consecuencias en toda la región. Además, se produce en un momento especial, cuando la marea parece haberse vuelto en favor del gobierno sirio o al menos claramente en contra de los yihadistas de ISIL.

Sin embargo, más que escalada, parece un modus operandi. A fines de noviembre pasado, también hubo una serie de ataques separados en días consecutivos, con blancos similares a los actuales: un puesto de ISIL en las Alturas del Golán, un almacén (supuestamente de armas) y un convoy aparentemente de Hezbolá.

Lo cierto es que los ataques israelíes en suelo sirio no son ninguna novedad, incluso desde antes de la guerra civil.

Y si los ataques en sí no son novedad, tampoco lo sería la motivación principal: el grupo chiíta libanés Hezbolá, cuyo brazo militar es un actor reconocido en la guerra civil siria, en conjunto con sus aliados y patrones en Irán.

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Militantes de Hezbolá.

Hezbolá En La Mira

Hezbolá es ampliamente considerada como la única fuerza militar capaz de causar problemas serios a Israel. Sin dudas, es responsable de la retirada israelí de Líbano en 2000 y fue su contrincante en la guerra de 2006, que sus partidarios no dudan en considerar una victoria a pesar de las fuertes pérdidas sufridas y de la destrucción en Líbano.

Por ese motivo, la milicia es un objetivo prioritario en la estrategia israelí.

Uno de los problemas del gobierno sirio en la actual guerra es su falta de tropas. Simplemente no tiene suficientes fuerzas para recuperar todo el territorio perdido ante los rebeldes, por lo que tiene que retirar unidades de un sector para atacar otro. En ese escenario, no es extraño que Hezbolá llegara en ayuda de su aliado, aportando sus bien entrenados y armados guerrilleros, tanto para operaciones de combate como para el entrenamiento de fuerzas paramilitares sirias.

Se calcula que cada día hay unos 1.500 – 2.000 combatientes del grupo en Siria, un esfuerzo sostenido en base a rotaciones para lograr que todas sus tropas y voluntarios consigan experiencia en combate. En 2015, Israel calculaba que este esfuerzo había tenido un enorme costo: 2.000 milicianos muertos y 5.000 heridos.

Solo el hecho de que Hezbolá se esté transformando en un ejército de veteranos bastaría para preocupar a Israel. También su creciente importancia dentro de Líbano o su mejorada coordinación con militares iraníes en el campo de batalla.

Pero hay otro factor más importante: su equipamiento.

Tras la guerra de 2006, uno de los elementos destacados por Israel fue que Hezbolá había perdido gran parte de sus armas y especialmente de los misiles que amenazaban el territorio israelí. Desde entonces, Israel ha tratado de mantener ese nivel lo más bajo posible, impidiendo o al menos dificultando el rearme, que siempre usaba la misma vía: las armas llegaban de Irán a Siria, desde donde se trataba de hacerlas llegar a Líbano, con una alta probabilidad de ser destruidas en el camino, gracias a la inteligencia israelí sobre esos embarques.

La guerra ha permitido una pequeña variación en este esquema, pues las armas son entregadas directamente a los combatientes en Siria, donde es imposible saber si serán usadas de inmediato o transferidas a Líbano. En general, los ataques israelíes en Siria han sido justamente para destruir arsenales “avanzados” destinados a Hezbolá (por ejemplo, nuevos misiles). Y se multiplican porque hay más oportunidades para esas entregas de armas.

Los blancos de los últimos días siguen ese patrón. En el caso de Palmira, por ejemplo, se rumorea que –apenas recapturada la ciudad por las fuerzas leales la primera semana de marzo– Irán y Hezbolá trataron de montar una base para recibir esas armas avanzadas por vía aérea. Con su ataque, Israel puso fin al intento de abrir la nueva vía y al mismo tiempo advirtió que ni siquiera ese punto, en el centro geográfico de Siria, está fuera del alcance de su aparato militar y de inteligencia.

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Unidad anti-aérea rusa, Pantsir S1.

Rusia Vigilante

Bajo este enfoque, podríamos sostener que los ataques recientes son parte de la rutina para Israel, Hezbolá, Irán y Siria: más “combates” en la guerra permanente entre Israel y Hezbolá.

Pero sí hay otro motivo para preocuparse realmente, pues ahora hay un actor importante, para el cual lo ocurrido no es rutina ni aceptable: Rusia.

La soberanía del espacio aéreo sobre Siria puede seguir en manos del presidente Bashar al-Assad, pero su control efectivo es ruso. El presidente Vladimir Putin se preocupó de que todos lo sepan y que coordinen cualquier vuelo, para evitar algún “accidente”. Incluso Estados Unidos “avisa” (o debe hacerlo) cuando sus aviones van a entrar en espacio sirio.

Uno de esos acuerdos existe también con Israel, pero todo indica que –una vez más– los ataques recientes se realizaron sin ningún aviso previo a Rusia. Es un golpe al orgullo ruso e incluso a su poderío, ya que no hay indicios de que se activaran las defensas antiaéreas rusas. Y los propios rusos están en Siria operando su sistema Pantsir-S1 (o SA-22, según la OTAN), que su propaganda denomina el mejor del mundo y que ha tenido un relativo éxito de ventas.

Es probable que los rusos se contuvieran y también que los aviones atacantes siguieran una trayectoria que los mantuvo lejos de los sistemas operacionales, que no cubren todo el territorio de Siria. Oficialmente, solo respondieron sistemas sirios de misiles S-200 (también rusos), que fueron incapaces de derribar a ninguno de los invasores. Aun así, es mala propaganda para la industria armamentista rusa.

Y una mala noticia para los israelíes, cuyos aviones normalmente no son perseguidos por misiles antiaéreos en estas incursiones. Antes, solo se había dado un caso en septiembre pasado (también entonces se habló de una escalada e incluso del inicio de la Tercera Guerra Mundial).

Está claro que, con Rusia detrás, Siria ya no asume el rol de víctima sin pelear. Claro que no lanzó misiles S-400, más avanzados y cuyo uso seguramente Rusia no ha autorizado. Putin no va a caer en la trampa de las provocaciones… todavía.

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El President ruso Vladimir Putin y el Primer Ministro israelí Benjamin Netanyahu.

Netanyahu En Acción

El momento de los ataques parece importante. Indicaría que, contra la contención rusa (propia y de los sirios), Israel juega la carta de la provocación.

La coordinación Rusia-Israel tuvo un importante hito hace apenas un par de semanas, cuando el primer ministro Benjamin Netanyahu visitó a Putin en Moscú y debatieron el punto. Claro que días después, en China, Netanyahu aseguró que no hay ningún veto y que él le había dejado en claro al mandatario ruso que “si hay factibilidad desde un punto de vista militar y de inteligencia, nosotros atacamos [en Siria] y así continuará ocurriendo”.

Parece que el mensaje no le quedó claro a Moscú, que el lunes 20 convocó al embajador israelí para que diera explicaciones específicamente por el ataque en Palmira. Eso tampoco había ocurrido nunca antes. Y, según el embajador sirio ante Naciones Unidas, el encuentro incluyó la advertencia de que esa conducta ya no será tolerada: “Los israelíes ahora lo pensarán un millón de veces antes de hacerlo de nuevo”, dijo Bashar Jaafari.

Dos días después, el ministro ruso de Relaciones Exteriores, Sergey Lavrov, dio indicios de desconfianza hacia Netanyahu, cuando advirtió que “juzgaremos por sus acciones, no por sus declaraciones, hasta qué grado nuestros socios israelíes se apegan a estos acuerdos”.

Para continuar el conflicto verbal, el ministro israelí de Defensa, Avigdor Liberman, advirtió que si la defensa antiaérea siria volvía a disparar contra sus naves “la destruiremos sin la menor vacilación”. Horas después, un minidron israelí de vigilancia fue derribado en Golán…

Las versiones rusas de la reunión entre Putin y Netanyahu afirman que el presidente ruso fue duro con su invitado, hasta el punto de pedirle que dejara de manipular la historia para defender su retórica belicista contra Irán. También habría rechazado las intenciones israelíes de conseguir apoyo para la anexión formal de las Alturas del Golán, territorio sirio que Israel ocupa desde 1967 y que se anexó en 1981, aunque ningún país reconoce este paso. Netanyahu aprovechó su influencia sobre Donald Trump para conseguir una promesa de que Estados Unidos finalmente promoverá el reconocimiento internacional, por lo que esperaba conseguir también el apoyo ruso a cambio de no crear problemas en Siria. Digamos que Putin no está de acuerdo con Trump en este punto…

Entonces, no es descabellado pensar que los ataques fueran un mensaje al mandatario ruso, para que le quede claro que Israel no acepta reglas de nadie y hace su propio juego.

Si así fuera, Lavrov ya debe tener un juicio sobre Israel y Netanyahu… tanto por sus acciones como por sus declaraciones.