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Este segundo reporte profundiza en los actuales eventos en Siria e Irak, destacando las alianzas y enemistades, tanto históricas como coyunturales, que toman forma junto a las muchas facetas del conflicto sirio.

La versión conspirativa más extendida sobre los hechos militares en Cercano Oriente es que Estados Unidos está haciendo el trabajo sucio de Israel. Sin embargo, en este preciso momento, parece que los kurdos serán los verdaderos beneficiarios.
Los kurdos son más de 30 millones de personas en un área relativamente delimitada, pero que por esas cosas del colonialismo británico no obtuvieron un país. Actualmente están repartidos principalmente por el sudeste de Turquía, el norte de Siria, el norte de Irak y el noroeste de Irán.
Es un grupo étnico especial, emparentado con los iraníes, con su propio lenguaje y mayoritariamente musulmán.
La “protección” estadounidense comenzó en los ’90, aunque no era realmente por ellos sino como provocación para mantener a Saddam Hussein con la cabeza gacha, un proceso que culminó más de una década después con la invasión de Irak.
El hecho es que los kurdos fueron un constante problema para el gobierno iraquí, con una serie de levantamientos y acuerdos que nunca se cumplieron, hasta que la Primera Guerra del Golfo dejó tan debilitado al régimen de Hussein que en 1991 los chiitas se alzaron en el sur y los kurdos en el norte de Irak. La represión fue brutal, cientos de miles murieron y un millón y medio de kurdos huyeron en todas direcciones.
Pero el balance, visto casi 30 años después, fue muy positivo. Con la excusa de la represión, Estados Unidos y sus aliados de la guerra impusieron una zona libre de vuelos en el norte de Irak. Es decir, solo podían volar sus aviones, lo que aprovechaban para destruir tropas y vehículos de Saddam Hussein, creando en la práctica un territorio seguro para el desarrollo kurdo, justo a tiempo para evitar que fueran totalmente aplastados. Fue allí y entonces que los kurdos sublevados, más parte de las tropas y equipos militares que se unieron a ellos (desertaron) o que capturaron durante el levantamiento, pudieron formar una de las mejores fuerzas de combate del Cercano Oriente: los peshmerga.
No obstante, los kurdos (y los chiítas del sur iraquí) jamás olvidaron la lección: Estados Unidos los incitó a sublevarse, pero cuando llegó el momento de decidir, los abandonó y prefirió hacer la paz con Hussein. Si en esa primera guerra hubiera mantenido la presión militar, el Kurdistán hubiera sido una realidad a mediados de los ’90.
En todo caso, los kurdos iraquíes devolvieron el favor a los estadounidenses cuando llegó la invasión final (2003). Con el apoyo de sus “asesores” (fuerzas especiales de Estados Unidos), formaron otro frente de batalla incluso antes de que llegaran las tropas occidentales de tierra. Esta vez su premio fue la consolidación de su “patria”, mediante el reconocimiento de la autonomía para el Kurdistán en la nueva constitución de Irak (básicamente redactada por Estados Unidos).
La constitución solo reconocía un hecho: tras la guerra, los kurdos dominaban ese territorio administrativa y militarmente; los ocupantes occidentales estaban más preocupados del sur, dominado por los “enemigos” chiítas; y los iraquíes carecían de fuerza para hacer nada en esa zona.

Siempre Los Turcos
En realidad, los esfuerzos de los occidentales apuntaban a impedir que el Kurdistán se independizara totalmente, lo que era absolutamente factible, pero hubiera demostrado el fracaso del intento estadounidense. Supuestamente, la invasión de 2003 era para salvar a Irak y al mundo de la destrucción asociada a Hussein, por lo que sería mal visto que finalizara destruyendo a Irak (se hubieran formado tal vez tres países, a menos que el sur fuera absorbido por Irán, lo que sería aun peor).
Además, toda la invasión descansó fuertemente en el apoyo de Turquía y los turcos se oponían fuertemente a un Kurdistán libre o siquiera autónomo.
La enemistad entre turcos y kurdos es histórica. En tiempos modernos, se basa en la resistencia armada de los kurdos, que también quieren ser libres en Turquía. Esa resistencia es considerada de carácter terrorista y aprovecha las fronteras existentes: los ataques se planifican y preparan en Irak, se ejecutan en Turquía y los perpetradores huyen a Irak o Siria.
Detrás de los atentados estaba (y está) principalmente el Partiya Karkerên Kurdistan (PKK, Partido de los Trabajadores del Kurdistán), la gran fuerza impulsora del reconocimiento y la unidad de los kurdos, aunque calificada como organización terrorista por Turquía y todos sus aliados, incluyendo a Estados Unidos. Es muy similar a lo que fue la OLP para los palestinos, incluyendo sus inclinaciones socialistas e incluso comunistas. Rusia es uno de los países que se negó a calificarlos como terroristas.
A diferencia del resto de Irak, el Kurdistán iraquí se convirtió en una zona floreciente gracias a la invasión de 2003. Los kurdos asumieron la administración de “sus” ciudades y formaron el Gobierno Regional Kurdo (KRG, un instrumento del PKK), los peshmerga les brindaban seguridad y el petróleo significaba una fuente constante de riqueza.
Ante los constantes intentos de Bagdad por controlar esta riqueza, los kurdos desarrollaron un eficiente sistema de contrabando hacia Turquía.
Esa situación casi garantizaba un Kurdistán libre, en un momento en que Estados Unidos y Turquía se oponían a esa alternativa. Pero por curiosa coincidencia, surgió una fuerza poderosa para evitarlo: un grupo yihadista que hasta entonces obedecía a Al Qaeda comenzó a brillar con luz propia, hasta que en junio de 2014 una fuerza de 1.500 hombres conquistó en apenas una semana la “capital kurda”, Mosul, defendida por unos 60 mil soldados y policías iraquíes (peshmergas y tropas occidentales habían sido enviadas a otra provincia). Poco después, este grupo se proclamaría como el “Estado Islámico” (IS, según la sigla inglesa).
Una vez más, el sueño kurdo se evaporaba y cientos de miles de kurdos huían en busca de seguridad. En cambio, comenzaba la leyenda de Estado Islámico, una pesadilla impuesta por los yihadistas en gran parte del Kurdistán iraquí y amplificada por los medios occidentales.

Amigos Improbables Y El Negocio Del Petróleo
En Mosul y otras ciudades, IS asumió el control administrativo basado en la ley religiosa, con una seguridad militar y policial basada en sus cuadros guerrilleros y la misma fuente de riqueza: el petróleo.
El sistema para aprovechar esta riqueza solo varió levemente. Cientos de camiones lo contrabandeaban hacia puertos de Turquía sin ser molestados, incluso aunque atravesaban el Kurdistán. El acuerdo, seguramente alcanzado por los turcos con IS y el KRG, consistía en que kurdos e islamistas mantendrían en operación sus plantas de petróleo y podrían exportar por la misma vía, sin molestarse entre ellos. En Turquía, el negocio era manejado encubiertamente por la familia del presidente Recep Tayyip Erdogan y el petróleo se embarcaba en naves de Exxon y British Petroleum (BP).
Con una situación estable en Irak, Estado Islámico decidió involucrarse en Siria, terreno fértil debido a la guerra civil apoyada por los mismos países de siempre (Turquía, Estados Unidos, Arabia Saudita y sus varios aliados en Europa y el Golfo Pérsico). En un país fuertemente dividido, con constante ingreso de islamistas desde Libia y sin verdadero poder militar en tierra, las ganancias territoriales del grupo fueron rápidas y significativas.
En abril de 2013, el grupo pasó a llamarse Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL o ISIS, según distintas traducciones al inglés).
Una vez más, los campos de petróleo fueron un objetivo prioritario y su producción siguió el mismo camino: hacia Turquía, atravesando el Kurdistán (esta vez el sirio, no el iraquí). Los acuerdos seguían en pie. Con un negocio de un millón de dólares diarios, incluso los mayores enemigos pueden trabajar juntos. Los ataques contra IS o ISIL, en Irak o Siria, nunca afectaban sus fuentes de petróleo y por lo tanto nunca causaban daño real.
ISIL cobraba en dinero, pero también en armas, pertrechos e incluso hombres (principalmente mercenarios contratados y aún pagados por los países del Golfo).
Puede parecer increíble o una teoría de la conspiración más, pero está ampliamente documentado: Ha habido investigaciones oficiales –cuyo resultado nunca se entregó–, documentos filtrados e incluso un trabajo académico que muestra las rutas de contrabando. Si cuesta creerlo, tal vez sea porque no aparece en los grandes medios occidentales y porque todos los gobiernos prefieren hacer la vista gorda, ya que todos ganan en este negocio, especialmente Turquía.
Pero el negocio se arruinó. Como ya es costumbre, por culpa de Rusia.

Las Ropas Del Emperador
El 30 de septiembre de 2015, fuerzas rusas comenzaron a atacar a ISIL, tras una invitación del gobierno sirio para intervenir en la guerra civil. Por primera vez, los yihadistas enfrentaban a un enemigo real, dispuesto a combatir y con los medios para hacerlo, sin lazos económicos con ellos.
A mediados de noviembre, el presidente Vladimir Putin advirtió públicamente que el negocio terminaba. Hablando en una cumbre del G20, nada menos que en Turquía, reveló a los periodistas que personalmente entregó “ejemplos basados en nuestros datos sobre el financiamiento de diferentes unidades del Estado Islámico por individuos privados. Este dinero, según hemos establecido, viene de 40 países y hay algunos miembros del G20 entre ellos”.
Públicamente habló de “individuos” y no dio nombres ni países, pero el mensaje fue entendido claramente por todos, ya que era un secreto a voces. Descubierto con los pantalones abajo, Estados Unidos atacó al día siguiente una de las caravanas petroleras de ISIS. Fueron destruidos 116 camiones cisterna, después de lanzar panfletos avisando que venía el ataque (según algunas versiones, los responsables fueron aviones rusos, pero Estados Unidos se llevó el crédito).
Este hecho marcó el punto de quiebre en la guerra contra los yihadistas. Con su principal fuente de financiamiento prácticamente cerrada, el apoyo silencioso de Estados Unidos y otros transformado en imposible y la presión militar ejercida por Rusia, comenzó el fin de ISIL.
Primero fue el gobierno iraquí. Interesado durante años en acabar con el negocio del petróleo (que solo lo beneficiaba marginalmente, en comparación con los grandes jugadores como Turquía, Arabia Saudita y Estados Unidos), vio la oportunidad y con apoyo de Irán también puso presión militar sobre ISIL. Su incipiente fuerza aérea (aviones y pilotos rusos) destruyó blancos estratégicos, sin necesidad de depender de la fuerza aérea occidental.
ISIL comenzó a ser acorralado, hasta que finalmente se empezó a planificar su destrucción total en Mosul, su “capital” en Irak. Por una vez, chiítas, sunitas y kurdos se unieron para esta operación, respaldados silenciosamente por Irán y Rusia. Estados Unidos no podía quedar fuera, pues hacerlo hubiera confirmado de qué lado estaba, pero su aporte es menor tanto en los éxitos como en los fracasos de la Batalla de Mosul aún en desarrollo.
Encubiertamente (y no tanto, según imágenes de sus helicópteros lanzando armas y otros suministros a los yihadistas sitiados), Estados Unidos aún brinda apoyo a ISIL, a la vez que se asegura de que sus líderes desaparezcan. Tampoco Turquía y Arabia Saudita han abandonado su apoyo encubierto, pero ya no pueden hacerle llegar apoyo material, excepto en Siria.

De Vuelta A Los Kurdos
Replegados tras la feroz blitzkrieg de Estado Islámico, los kurdos en Irak alcanzaron un grado de convivencia con ISIL (por motivos económicos, como se mencionó), a la vez que se rearmaban y mejoraban sus fuerzas con apoyo de Estados Unidos, que puede haber tenido un papel en esa coexistencia. Se repetía la historia de los ’90.
Y al igual que entonces, finalmente lanzaron su contraataque. Ahora hostigando a ISIL hasta su acorralamiento en Mosul, donde también participan en el cerco, pero lo han dejado principalmente en manos de los chiítas y sunitas.
Porque tienen otro objetivo.
El caos de la guerra civil siria no solo benefició a los yihadistas. También a los kurdos, que tienen un acuerdo poco cumplido con el propio gobierno sirio. Cuando este comenzó a sufrir los problemas de la guerra, retiró sus tropas del norte para enviarlas a los puntos más riesgosos. Esto permitió a los kurdos gozar de una “libertad” que aprovecharon para declarar su autonomía y auto-gobernarse, formando también sus propias milicias al estilo peshmerga.
Damasco lo permitió, porque no podía hacer nada para impedirlo y porque así el frente norte permanecía en paz. Turquía, que limita con esa zona, se preocupó y lanzó contra los kurdos a sus aliados (en general, sirios fundamentalistas y al propio Estado Islámico), pero el conflicto era menor, ya que se siguió el mismo sistema de Irak: los kurdos canalizaban su petróleo y el de ISIL hacia Turquía.
Pero, alentado por los turcos y sus propios éxitos, ISIL “invadió” territorio kurdo y gatilló una fuerte respuesta. La militarización kurda aumentó, así como sus acciones militares y la coordinación con sus hermanos iraquíes. Igual que ellos, se acercaron a Estados Unidos en busca de “asesoría” y armas, hasta convertirse en una fuerza considerable y unirse a la cacería de ISIL en los últimos meses.
Turquía enfrentaba ahora un “enemigo” mejor armado y entrenado, por lo que sí pasaba a ser una preocupación en su frontera. Además, se secó la fuente de petróleo de ISIL (los kurdos la cortaron) y los fundamentalistas de distintos colores exigieron más ayuda. Con el visto bueno ruso (y la vista gorda de Siria), finalmente sus tropas invadieron el norte sirio “para combatir a ISIL”, aunque fundamentalmente se dedicaron a arrebatar territorio a los kurdos.
A estas alturas (segunda mitad de 2016), Estados Unidos ya había dejado de confiar en Turquía, al punto de fomentar un golpe contra Erdogan. Esto también disminuía la supuesta “lealtad” hacia los kurdos protegidos por los estadounidenses. Cuando Estados Unidos se volvió militarmente contra ISIL, ya nada impidió la abierta intervención militar turca. Su objetivo: impedir la consolidación de “otro” Kurdistán en sus fronteras.
Pero probablemente ya fuera tarde.
Llegamos a un momento en que Estados Unidos se ha quedado sin peones en el juego sirio, el único en el cual aún podría ganar algo (la salida del presidente Bashar al-Assad).
Pese a que siempre mantuvo su protección a los kurdos, cuando estos comenzaron a amenazar realmente a sus otros aliados en el campo de batalla (Turquía e ISIL), se negaron a secundarlos. Turquía también abandonaba a los kurdos en favor de ISIL e incluso los atacaba. El gobierno iraquí nuevamente trataba de apoderarse del petróleo que los kurdos recuperaron a costa de su sangre.
Hay que tener presente lo que esto significa: al comenzar este año, los kurdos ya no confiaban en Estados Unidos. Pesó también el hecho de que ese país suspendió todo apoyo real debido al cambio en su gobierno y ante la suposición de que el nuevo presidente, Donald Trump, no lo mantendría. El ataque turco tuvo el efecto de confirmar que –una vez más– Estados Unidos los había abandonado a su suerte.
Nueva jugada genial de Rusia: logró un acuerdo para que los kurdos vendieran su petróleo ¡a través de Siria! Esto fortalecía el acuerdo de no agresión entre ambas partes, permitía a los kurdos focalizarse en combatir a los yihadistas, les daba un nuevo protector (confiable) y los libraba de los turcos. ¿Cómo? Rusia se ofreció como garante de que los turcos (con los cuales también tiene un acuerdo) no los atacarían directamente por la espalda, ya que las principales zonas kurdas están entre tropas turcas y yihadistas.
Cubiertos por todas partes, con sus tropas bien preparadas y victoriosas, los kurdos iraquíes y sirios se unieron para lanzar su operación más ambiciosa: recuperar Raqqa, que es considerada la “capital” de ISIL en Siria.
Comenzaron a coordinar la acción militar con Siria y Rusia, pero Estados Unidos –como ya había ocurrido en Mosul y por las mismas razones– no quiso quedar fuera y, en una sorpresiva medida de la administración Trump, decidió llevar tropas al campo de batalla, en lo que técnicamente es una invasión de territorio soberano sirio que no cuenta con ninguna aprobación, ni siquiera del congreso estadounidense.
Pero todo hace creer que esta medida estaría al menos coordinada con Rusia, si no hay un acuerdo formal entre ambos. Esto último es poco factible, debido al ambiente político en Estados Unidos, donde en este momento Rusia es ejemplo de todo mal sobre la tierra.
Los hechos apuntan a que, sin importar las declaraciones para la prensa, en la práctica hay coordinación militar entre Rusia y Estados Unidos.
La administración de Erdogan ha demostrado ser poco confiable y errática. Pese al acuerdo con Rusia, trató de ir más allá de lo acordado y realmente invadir zonas no autorizadas, siempre con el objetivo de debilitar a los kurdos. Esto se vio en al-Bab, el punto extremo hasta el cual tenía permitido avanzar y capturar. Una vez allí, se negó a entregar la ciudad a fuerzas sirias leales al gobierno e incluso las atacó. También intentó un avance hacia el este, atacando a las fuerzas kurdas en el sector que, respetando su acuerdo con Rusia, se habían limitado a permanecer en su zona sin intervenir.
Putin no perdió un minuto en poner a Erdogan en su lugar con una demostración de fuerza. Los turcos rápidamente entregaron al-Bab según lo prometido, pero iniciaron movimientos hacia la zona kurda. Tropas rusas y sirias se movieron hacia el norte, convirtiéndose en la práctica en un “colchón” entre turcos y kurdos.
¿Qué tiene que ver esto con Estados Unidos? Ese movimiento hacia el norte se logró rápidamente porque los kurdos “cedieron” el espacio el 2 de marzo y las fuerzas especiales rusas lo ocuparon de inmediato, lo que obligaba a Turquía a atacarlas si deseaba pasar. Eso demuestra la coordinación con los kurdos, pero lo interesante es que el movimiento llevó a los rusos (y sirios) hasta las cercanías de Manbij, una ciudad estratégica para las pretensiones kurdas y probablemente el objetivo turco.

La versión estadounidense es que esta zona de seguridad se logró gracias a un acuerdo entre el gobierno sirio y las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF, la coalición creada por Estados Unidos y Turquía en el norte de Siria, que tiene a los kurdos como sus principales integrantes). Se oculta así el papel ruso y su presencia cerca de Manbij, pero se deja sin explicar por qué una coalición creada para combatir al gobierno sirio está logrando acuerdos con este. O por qué es necesario mantener a los turcos separados de sus “aliados” contra ese mismo gobierno.

Llegan Los Rangers
Este punto no ha sido destacado por los medios occidentales, pero Manbij sí ha salido ampliamente en las últimas semanas. Allí es donde el 5 de marzo llegaron blindados y tropas estadounidenses, sorpresiva y muy notoriamente (el Pentágono incluso entregó un video de la llegada). El convoy fue visto en movimiento, por primera vez, el mismo 2 de marzo que los kurdos accedieron a entregar territorio a los rusos (el acuerdo es con Rusia, pese a que Washington diga que es con el gobierno de Damasco).
Supuestamente, estas tropas son la avanzada de un grupo mayor que ayudará a los kurdos en el ataque final a Raqqa, aunque probablemente sean el equivalente al “colchón ruso”, solo que alejados de la zona de peligro. Si los turcos evitan atacar a los rusos, menos se expondrán a un enfrentamiento con los estadounidenses.
Otras interpretaciones son: que quisieron demostrar su apoyo a los kurdos y no perder una vez más ante los rusos, que llegaron para asegurarse de que los kurdos no entreguen Manbij a los rusos (poco probable) o incluso que pretenden estar en primera línea para “proteger” a ISIL.
Cualquiera sea el objetivo, esta aparición de tropas estadounidenses en territorio sirio es interesante.
Primero, por el momento en que ocurre, justo después del acuerdo entre kurdos y rusos (o sirios), cuando la confianza de los kurdos hacia sus “protectores” se hallaba en el punto más bajo y no esperaban apoyo militar de ellos. Tanto es así, que otra de las interpretaciones es que esa fuerza se desplegó abiertamente para ir en socorro de la veintena de “asesores” que ya estaban en Manbij desde hace tiempo y que prácticamente habían sido abandonados a su suerte por los kurdos.
Como sea, los estadounidenses están en las cercanías de Manbij y los rusos también, aunque probablemente bien separados por el contingente kurdo, que ahora parece en buenos términos con ambas partes. En la práctica, en esa ciudad sirio-kurda hay una fuerza multinacional (Estados Unidos, Rusia, Siria y los kurdos) dirigida contra ISIL, aunque no se espera que ninguno de ellos inicie combates pronto desde el enclave. Al menos, debe haber una coordinación entre todas las partes para evitar cualquier malentendido y para evitar una infiltración turca.
Turquía, en otra muestra de su política errática, llegó a anunciar que atacaría Manbij (aún puede hacerlo desde el norte sin chocar con los rusos), insinuando que si encontraba tropas estadounidenses intentaría capturarlas junto a su equipo militar. Por supuesto, en dos semanas no ha intentado más que emboscadas menores y ningún enfrentamiento directo. Pero es poco probable que esas declaraciones agraden a sus supuestos aliados de la OTAN.
Con esa actitud, solo se consigue que Estados Unidos se acerque aun más a la única carta que le queda en la región. Llegó para ayudar a los kurdos cuando ya nadie lo esperaba y seguramente permanecerá con ellos hasta acabar con ISIL, combatiendo en alianza (no reconocida) con sirios y rusos, mientras los aliados reconocidos tratan de sabotearlos… Así es la política exterior estadounidense.